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Antes de seguir al próximo país que atraviesa la carretera panamericana fui a Cuenca y me subí en el techo del Tren de la Nariz del Diablo. No podía dejar de ver la grandeza de las ruinas incas en el Valle Sagrado, sobrevolar las líneas de Nazca que yacen junto a la panamericana sur peruana, navegar por el lago Titicaca y entrar en mi país número 13: Bolivia. Después de ese instante vuelvo a coger el café, aún caliente, y con la mirada perdida en mis recuerdos, pensando que sería de toda la gente conocida en el viaje (de los isleños de Utila, de los anfitriones de Ometepe, de la niña Kuna que se maravilló con el champu…), veo sin salir de mi asombro a mi compañero de viaje Superiosulopez, entrevistado por su vivencia en las Américas, que para mí es el reflejo de muchos otros viajeros que no quieren dejar de soñar.