Con un rastrillo en la mano mira¬ban el letrero de un árbol. Y el éxtasis que tal lectura parecía producirles, debía ser infinito, ya que los dos individuos, completamente quietos como otros tantos Budas a la sombra del árbol de la sabiduría, no movían el rastrillo ni por broma. El sujeto que anunció tal determinación, acabadas de pronunciar las palabras de referencia, se queda tan tranquilo como si nada hubiera ocu¬rrido; los otros lo miran, pero no dicen oste ni moste, el hombre acaba de anticipar la última determinación admitida en el lenguaje porteño: Se tira a muerto. ¬bia y trascendental compensación, si en una oficina hay dos sujetos que todo lo abandonan en manos del destino, en esa misma oficina hay siem¬pre cuatro que trabajan por ocho, de modo que nada se pierde ni nada se gana. Agazapado en los pajonales iba espiándola yo, con la escopeta del mulato en balanza; mas cada vez que intentaba tenderla contra el seductor, se convertía entre mis manos en una serpiente helada y rígida. Estos hombres en vez de rastrillar la tierra, como era su deber, permanecían de brazos cruzados en honor a la cien¬cia, a la naturaleza y al latín. ¿Se dan cuenta ustedes ahora de la influencia del botánico latín so¬bre los espíritus superiores?
En definitiva, no sé si porque era lunes, o porque la gente ha encon¬trado otros lugares de distracción, el caso es que el Jardín Botánico ofre¬ce un aspecto de desolación que espanta. Entre los prisioneros que llevaba González en su retirada, se hallaba Sorocaima a quien mandó González hiciese saber a sus compañeros desistiesen de incomodar con sus flechas a los españoles, so pena de empalarlo a él y a otros cuatro; pero repitiendo el bárbaro Sorocaima la patriótica heroicidad de Atilo Regulo, levantó la voz animando a Conopoima a que cargase sobre Garci González, asegurándole la victoria en el corto número de los suyos; acción que puso a su constancia en el caso de renovar la prueba de Scévola alargando la mano para que se la cortasen en castigo de su generosidad; pero Garci González, no pudiendo permanecer insensible a tanto denuedo revocó la sentencia, que después ejecutaron ocultamente sus soldados para desacreditar la humanidad de su jefe. El caso es que en el Botánico lo que más escasean son las parejas amorosas. Son gentes que llegan hasta adivinar cosas ajenas.
En el bien o en el mal, nunca fue bueno; bueno en lo que la palabra significaría platónicamente. Y don Pascual sonrie .y se atusa los «baffi», camisetas de futbol 2024 que bien sabe por qué el mocito le pregunta cómo le va. Llegaron las noches de las sillas en la vereda; de las familias estanca¬das en las puertas de sus casas; llegaron, las noches del amor sentimental de «buenas noches, vecina», el político e insinuante «¿cómo le va, don Pascual?». »Si pudiera públicamente, echarme a sus pies para que me pisoteara antes de perdonarme las reprobables ofensas, créame usted que no tardaría en implorarle esa gracia; mas como no tengo derecho ni de ofrecerle esa satisfacción, heme aquí cohibido y enfermo, maldiciendo los pasados ultrajes que por fortuna no alcanzaron a salpicarle siquiera la merecida fama de que goza. El primero no oculta su tendencia a la; vagancia, sino que por el contrario la fomenta con sendos baños de sol; el segundo acude a su trabajo, no trabaja, pero hace como que trabaja, cuando lo puede ver el jefe, y luego «se tira a muerto» dejando que sus; compañeros de deslomen trabajando.
El que «se tira a muerto», ya ha nacido con tal tendencia. No. No se «tira a muerto» el que quiere, sino el que puede, lo cual es muy distinto. Primero protestaron contra «ese inútil», luego, hartos, le dejaron hacer, y el hombre que «se tira a muerto» florece en todas las oficinas, en todas nuestras reparticiones nacionales, aun en las empresas donde es sagrada ley chuparle la sangre al que aún la tiene. Antes de iniciar nuestro grandioso y bello estudio acerca del «hom¬bre que se tira a muerto», es necesario que nosotros, humildes mortales, ensalcemos a Marcelo de Courteline, el magnífico y nunca bien pondera¬do autor de Los señores chupatintas, y el que más amplia y jovialmente ha tratado de cerca al gremio nefasto de los «que se tiran a muerto», gre¬mio parásito e imperturbable, que tiene puntos de contacto con el «sque¬nun», gremio de sujetos que tienen caras de otarios y que son más despabilados que linces.
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